El ajustado resultado del referéndum complica la gobernabilidad de Bolivia
La victoria del sí en el referéndum constitucional boliviano, celebrado el domingo, dibuja un escenario complejo porque aunque el presidente Evo Morales ha obtenido un respaldo suficiente, incluso amplio para los parámetros europeos (según los sondeos rondará el 60%, punto arriba, punto abajo, aunque con el 34,9% de los votos escrutados, la ventaja era del 52,9%), también es cierto que el no ha triunfado en la llamada media luna, la zona oriental del país, donde cuatro departamentos (de los nueve en que está dividida Bolivia) han dejado claro su rechazo. La media luna no ha quedado, ni mucho menos, aniquilada ni se ha visto obligada a presentar la capitulación, como esperaban los representantes del Gobierno.
La victoria del no en la media luna dará, sin duda, fuerzas a la oposición, muy abatida por el pésimo resultado que obtuvo hace un año en el llamado referéndum revocatorio. En esta ocasión ha demostrado que no está derrotada y que ha reforzado su poder en el oriente, dejando claro que Evo Morales tiene mayoría, pero no hegemonía territorial.
La oposición no puede, sin embargo, echar las campanas al vuelo porque tiene también serios problemas: no es capaz de romper el techo del 40%, no tiene un líder a nivel nacional capaz de competir con éxito en la zona occidental del país y no tiene un proyecto de ámbito nacional capaz de hacerse hueco entre la población indígena, mayoritaria. Incluso en Chuquisaca, el único departamento con mayoría indígena que tiene una gobernadora, Savina Cuéllar, acérrima detractora de Evo Morales, se produjo prácticamente un empate, que quizás termine dando la victoria a uno u otro por unas pocas décimas. En estas condiciones, es muy probable que la nueva Constitución no mejore la gobernabilidad del país, sino que su aplicación dé origen a nuevos conflictos. "Con este resultado, el presidente Morales tiene que comprender que no puede construir el nuevo país que pretende crear", aseguró Branko Marinkovic, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, el organismo autonomista que ha encabezado hasta ahora la "rebelión" de la media luna. La oposición se esforzó inmediatamente en construir una imagen de "empate técnico" (teniendo en cuenta el ámbito territorial), que obligue a Evo Morales y a su Gobierno a embarcarse en la negociación de un gran pacto nacional.
La idea es negociar la aplicación de los estatutos de autonomía ya aprobados en los departamentos rebeldes, en muchos aspectos radicalmente contradictorios con el contenido de la nueva Constitución. Óscar Ortiz Antelo, presidente del Senado, un órgano en el que Morales no tiene mayoría, pagó ayer un anuncio en la prensa para defender la idea de ese pacto nacional que, en realidad, quiere dejar sin efecto parte de la nueva Constitución.
Las primeras reacciones de Morales no indican, ni mucho menos, que esté considerando esa posibilidad. Poco después de conocerse el resultado de la consulta, Morales salió al balcón del Palacio Quemado, en La Paz, para felicitar a sus seguidores. "Aquí no hay ningún empate", dijo. "Aquí no hay ninguna media luna, sino una luna llena, con la unidad del pueblo boliviano". Apoyándose en ese 60% de voto favorable a la nueva Constitución (y en el 78% que ha respaldado que se limite la extensión máxima de las explotaciones agrarias a 5.000 hectáreas), el presidente anunció la refundación de una nueva Bolivia, en la que se acabó el colonialismo, el neoliberalismo y el latifundio.
El presidente, que se someterá en pocos días a una operación quirúrgica debido a un problema nasal, no ofreció ningún pacto, pero dejó abierta la puerta a la "coordinación" necesaria para poner en marcha la Constitución. La mayoría de los analistas considera que Morales, que puede presentarse a un segundo mandato presidencial, está analizando la posibilidad de adelantar las elecciones y no esperar hasta 2010 para someterse de nuevo a las urnas.
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