Pecado por omisión
Como el tsunami del affaire de los "petroaudios" sigue creciendo, llegando inclusive salpicar a Palacio de Gobierno, el presidente Alan García ha querido desmarcarse del tema y no ha tenido mejor idea que dar a conocer una carta enviada por el prófugo Rómulo León, donde le llora sus penas y le suplica una entrevista personal.
En días pasados se conoció un audio con la conversación amical entre la secretaria del presidente, Mirtha Cunza, y León Alegría donde se podría interpretar que el fugitivo tenía alguna llegada a Palacio. Por otra parte es conocido que García se reunió anteriormente con el dominicano Canaan, empleador de León, aunque claro está, sin la presencia del ex ministro de pesquería.
Del tenor de la carta se deduce que León era un "apestado" para visitar palacio y se supone que esta carta no tuvo tampoco respuesta. Lo que no se entiende es porqué si como expresa León en su misiva, era bien recibido en otras esferas del gobierno (sobre todo en la PCM) incluyendo a gobiernos regionales, el presidente no advirtió confidencialmente a esas autoridades gubernamentales sobre el riesgo que implicaba el ahora apestado militante aprista, cometiendo algo así como un pecado por omisión.
En todo caso, por el bien de la salud democrática del país y la gobernabilidad esperamos que no hayan audios que impliquen al primer mandatario, sobre todo ahora que hasta el flamante presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon, ha admitido que se reunió con Rómulo León, aunque descartando que se haya corrompido.
Aquí el tenor de la carta de Rómulo León al presidente García, que habla por si sola.
Lima, 05 de mayo 2008
Alan:
Por favor y a manera de ruego te pido una entrevista personal.
Todo indica que he sido acusado (chismeado), juzgado y condenado. ¿No merezco ser escuchado? ¿No es parte de la fraternidad aprista ser considerado con el compañero? ¿No merezco el buen trato que se le da a un antiguo y leal colaborador?
Cinco generaciones apristas llevan mi sangre. Tengo 61 años, 45 de ininterrumpida y leal militancia aprista. No he pedido ni pido posición personal, pero sí reclamo justo trato y fraterna reciprocidad.
Durante los difíciles años de la década del 90 soportamos estoicamente las consecuencias de mi filiación política y compromiso de Gobierno. Lo perdí casi todo. No importa, es el precio de ser aprista. ¿Cambió mi carácter, mi percepción de las cosas importantes, mi compromiso con los ideales que nos inspiran y mi lealtad con quien nos lidera? No, en absoluto. ¿Acaso me sumé al coro de los confundidos y renegados? No, en absoluto.
No desperdicié el tiempo. En lo político continué con el trabajo partidario, en dos elecciones internas obtuve las más altas votaciones para ser candidato del Partido. No se me dejó participar. A pesar de las dificultades tomé la decisión de prepararme para ser mejor profesional, mejor aprista. Estudié Derecho, luego una Maestría y luego un Doctorado.
Mejoré el inglés. De veras me costó mucho esfuerzo, pero estoy satisfecho y siento tranquilidad de espíritu por los logros alcanzados. Por eso no pido ni espero nada.
Como no era tomado en cuenta durante la campaña, me reinventé para ser útil a mi Partido y al candidato. Fue así que conduje y con gran esfuerzo financié un programa de radio. Si fue importante o no, si ayudó o no, quién sabe. Pero me siento tranquilo porque hice algo que consideré útil y positivo.
Como no soy tomado en cuenta para colaborar en el Gobierno (no pido cargo ni remuneración), con buena voluntad he escrito decenas de cartas al Presidente de la República, con ideas, sugerencias y aportes que desde mi modesto punto de vista considero que pueden ser útiles o por lo menos inducir a la reflexión. Nunca he merecido siquiera un acuse de recibo. No importa, pero así siento que de alguna manera participo de “mi Gobierno”.
Recibo la estimación de la gente. Me comunico fácilmente y soy aceptado por los compañeros de base, por dirigentes políticos de diversas tiendas, por autoridades regionales y locales de distintos partidos. En todos los casos me ven, reciben y actúo como militante aprista. No así algunos de mis propios pares.
Trabajo, para ganarme la vida y por realización personal, con responsabilidad, honestidad y absoluto perfil bajo. Sé que la reconstrucción de la mellada imagen pasa por ser plena y permanentemente consciente de que las cosas deben hacerse con rectitud, buena voluntad y discreción. Así conduzco mi vida cotidiana. Pero tengo que trabajar.
¿Por qué entonces se me maltrata? ¿Por qué se me discrimina?
Cuando crucé el hemiciclo para encarar virilmente a Olivera, él no pronunciaba mi nombre (se puede ver el video), sus acusaciones y calumnias no se referían a mí, estaba atacando a mi Presidente y a mi Gobierno. No lo toleré. Seguro, para la hipocresía de lo políticamente correcto, fue una mala decisión porque me costó muy caro y no me enorgullezco de ello. Pero qué curioso, ahora todos ponderan mi actitud y la reivindican como algo bueno, necesario y positivo.
Cuando alguien abusa o mal usa el nombre del Presidente de la República, lo encaro por su desatino y con respeto evidencio mi malestar. Como se repiten los excesos y desatinos, corto la relación y tomo distancia. Sé que me costará beneficios económicos justamente ganados, no importa. Sin embargo, se distorsionan los hechos y se presentan las cosas con mala intención. Por eso se me acusa y soy reprendido a través de un emisario.
Solo pido ser escuchado unos minutos. No busco aclarar una situación, eso poco puede importar. Sí creo que es justo y puede ser útil conversar, después de 634 días de Gobierno.
Por eso reitero a manera de ruego y pido por favor una entrevista personal.
Fraternalmente,
Rómulo
Por favor y a manera de ruego te pido una entrevista personal.
Todo indica que he sido acusado (chismeado), juzgado y condenado. ¿No merezco ser escuchado? ¿No es parte de la fraternidad aprista ser considerado con el compañero? ¿No merezco el buen trato que se le da a un antiguo y leal colaborador?
Cinco generaciones apristas llevan mi sangre. Tengo 61 años, 45 de ininterrumpida y leal militancia aprista. No he pedido ni pido posición personal, pero sí reclamo justo trato y fraterna reciprocidad.
Durante los difíciles años de la década del 90 soportamos estoicamente las consecuencias de mi filiación política y compromiso de Gobierno. Lo perdí casi todo. No importa, es el precio de ser aprista. ¿Cambió mi carácter, mi percepción de las cosas importantes, mi compromiso con los ideales que nos inspiran y mi lealtad con quien nos lidera? No, en absoluto. ¿Acaso me sumé al coro de los confundidos y renegados? No, en absoluto.
No desperdicié el tiempo. En lo político continué con el trabajo partidario, en dos elecciones internas obtuve las más altas votaciones para ser candidato del Partido. No se me dejó participar. A pesar de las dificultades tomé la decisión de prepararme para ser mejor profesional, mejor aprista. Estudié Derecho, luego una Maestría y luego un Doctorado.
Mejoré el inglés. De veras me costó mucho esfuerzo, pero estoy satisfecho y siento tranquilidad de espíritu por los logros alcanzados. Por eso no pido ni espero nada.
Como no era tomado en cuenta durante la campaña, me reinventé para ser útil a mi Partido y al candidato. Fue así que conduje y con gran esfuerzo financié un programa de radio. Si fue importante o no, si ayudó o no, quién sabe. Pero me siento tranquilo porque hice algo que consideré útil y positivo.
Como no soy tomado en cuenta para colaborar en el Gobierno (no pido cargo ni remuneración), con buena voluntad he escrito decenas de cartas al Presidente de la República, con ideas, sugerencias y aportes que desde mi modesto punto de vista considero que pueden ser útiles o por lo menos inducir a la reflexión. Nunca he merecido siquiera un acuse de recibo. No importa, pero así siento que de alguna manera participo de “mi Gobierno”.
Recibo la estimación de la gente. Me comunico fácilmente y soy aceptado por los compañeros de base, por dirigentes políticos de diversas tiendas, por autoridades regionales y locales de distintos partidos. En todos los casos me ven, reciben y actúo como militante aprista. No así algunos de mis propios pares.
Trabajo, para ganarme la vida y por realización personal, con responsabilidad, honestidad y absoluto perfil bajo. Sé que la reconstrucción de la mellada imagen pasa por ser plena y permanentemente consciente de que las cosas deben hacerse con rectitud, buena voluntad y discreción. Así conduzco mi vida cotidiana. Pero tengo que trabajar.
¿Por qué entonces se me maltrata? ¿Por qué se me discrimina?
Cuando crucé el hemiciclo para encarar virilmente a Olivera, él no pronunciaba mi nombre (se puede ver el video), sus acusaciones y calumnias no se referían a mí, estaba atacando a mi Presidente y a mi Gobierno. No lo toleré. Seguro, para la hipocresía de lo políticamente correcto, fue una mala decisión porque me costó muy caro y no me enorgullezco de ello. Pero qué curioso, ahora todos ponderan mi actitud y la reivindican como algo bueno, necesario y positivo.
Cuando alguien abusa o mal usa el nombre del Presidente de la República, lo encaro por su desatino y con respeto evidencio mi malestar. Como se repiten los excesos y desatinos, corto la relación y tomo distancia. Sé que me costará beneficios económicos justamente ganados, no importa. Sin embargo, se distorsionan los hechos y se presentan las cosas con mala intención. Por eso se me acusa y soy reprendido a través de un emisario.
Solo pido ser escuchado unos minutos. No busco aclarar una situación, eso poco puede importar. Sí creo que es justo y puede ser útil conversar, después de 634 días de Gobierno.
Por eso reitero a manera de ruego y pido por favor una entrevista personal.
Fraternalmente,
Rómulo
TAGS: Alan García, Yehude Simon, Rómulo León, corrupción, Perú
Etiquetas: opinión, Perú, Política
Vínculo
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