Este domingo 29 de Octubre debe disputarse la segunda vuelta electoral en Brasil, entre el presidente y candidato a la reelección, Luiz Inácio Lula da Silva, y el socialdemócrata Geraldo Alckmin, en la confrontación electoral mas polarizada de los últimos tiempos en el gigante país sudamericano.

Las profundas desigualdades entre las zonas prosperas y ricas que apoya al retador socialdemócrata Alckmin, y las zonas mas pobres que apoyan al candidato presidente, determinan los principales bolsones electorales con que cada candidato enfrentará el decisivo lance electoral.

Alckmin, el favorito de muchos empresarios, es también apoyado por las regiones del sur y las zonas más ricas del sudeste, las ciudades con mejor calidad de vida, las zonas donde la agricultura es un buen negocio y donde, económicamente, la administración federal hace menos diferencia.

Lula, en cambio es el candidato de las regiones pobres del norte y nordeste del brasil, de los municipios menores y con más bajo desarrollo humano; el de las áreas de agricultura familiar y la dependencia financiera del gobierno central. Son la población que el gobierno de Lula centró sus mayores esfuerzos durante su gobierno logrando que el nivel de pobreza haya tenido una drástica reducción en los tres primeros años de su mandato, quedando fijada en el 22% de la población. Con el Programa Hambre Cero Lula unificó la treintena de programas de ayudas federales a familias pobres. Durante 2006 se van a invertir 4.700 millones de euros en él. Unos 11 millones de familias pobres -unos 40 millones de personas- se benefician de la Bolsa de Familia, un subsidio mensual de unos 30 dólares por unidad familiar.

Según todas las encuestadoras , se da por descontado el triunfo de Lula, quienes señalan un holgado triunfo del candidato presidente por mas de 20 puntos de diferencia este domingo, tres veces más que la de la primera vuelta, el pasado 1 de octubre, cuando el presidente obtuvo un 48,6% de los votos y Alckmin un 41,6%.

. "Yo creo que la elección ya está definida", aseguró el portavoz de la empresa de sondeos Sensus (uno de los más prestigiosos de Brasil), Ricardo Guedes, al informar sobre el sondeo llevado a cabo entre el lunes y el miércoles pasados. La encuesta de Sensus le otorgó el 63,2% de los votos válidos, que excluyen los blancos, nulos y abstenciones. Alckmin recibió el 36,8% de los votos válidos, con 26,4 puntos porcentuales debajo del presidente candidato.

La encuestadora Vox Populi indicó que el presidente cuenta con 57% de las intenciones de voto, y se proyecta que obtenga 61% de los votos válidos. Según el sondeo de Vox Populi (realizado entre el 23 y 24 de octubre y tiene un margen de error de 2,2 puntos porcentuales), Alckmin dispone de 37% de las intenciones electorales y obtendría 39% de los votos válidos.

Por otra parte, Ibope, tras su sondeo realizado entre el martes y miércoles pasados, pronosticó al mandatario la misma ventaja de 24 puntos porcentuales que le había asignado hace una semana: 38% para Alckmin y 62% para Lula.

Alckmin, que en la primera vuelta disputada el 1 de octubre obtuvo un impensado 41,6% de los votos, asegura que no cree en las encuestas que ahora le dan un porcentaje menor, y que es precisamente en la última semana cuando se producen los mayores cambios de decisión en cuanto al voto. Y no le falta razón. En la primera vuelta, Lula perdió unos 10 millones de votos en los últimos siete días. Claro que entonces no respondió ante las graves acusaciones de corrupción lanzadas por sus adversarios y ahora ha puesto en práctica el viejo adagio de que la mejor defensa es el ataque.

Esa estrategia de Lula se ha puesto de manifiesto en los debates electorales, que según los críticos ganó, porque cambió básicamente de estrategia con relación a la primera vuelta electoral, donde mas se dedicó a defenderse de los ataques de corrupción por los numerosos casos de corrupción y otras irregularidades, de su entorno mas cercano, que se han conocido desde mediados de 2005.

Lula ha centrado esta segunda vuelta sobre todo en la clase media brasileña, la franja de electorado desencantado de su gestión, la que considera que las promesas realizadas hace cuatro años no se han cumplido y que Brasil ha dejado pasar una gran oportunidad. El presidente ha resaltado entre los logros de su gestión la cancelación de la deuda brasileña con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los programas de ayuda social a las clases más desfavorecidas, aunque resaltando que todavía se puede hacer mucho más.

Luiz Inácio Lula da Silva, está convencido de que ganará la segunda vuelta el próximo domingo y por eso está ya pensando en su nuevo Gobierno. Su intención es rebajar el peso del Partido de los Trabajadores (PT) en su nuevo gabinete. Preocupado con los escándalos protagonizados por su partido en el Gobierno (con la caída de varios ministros) y del partido (dimitió toda la cúpula), Lula está pensando en potenciar las relaciones con otros partidos aliados.

Con el panorama antes descrito, Brasil decidirá este domingo su destino para el siguiente periodo presidencial. Nunca antes había sido tan evidente en unas elecciones la división entre los que están a favor y en contra de Lula. Los dos temas candentes en discordia son: el económico, al que han sido más sensibles los sectores más pobres que piensan que con Lula pueden estar más seguros y el ético, donde la clase media no ha perdonado los sucesivos escándalos de corrupción en el PT.