Liga de campeones: Manchester United ganó por penales
Las dos superpotencias del imperial fútbol inglés se jugaron su supremacía europea durante dos horas de un partido extenuante, de máxima exigencia física, disputado a un ritmo sólo al alcance de muy pocos equipos. En la primera final británica, el Manchester sacudió al inicio y luego fue a rebufo del Chelsea, mucho más atlético, hasta los penaltis. Tal fue el equilibrio y la incertidumbre que fueron necesarios 14 agónicos lanzamientos.
La alegría del campeón: Los jugadores han celebrado exultantes el título
Falló Cristiano Ronaldo, sobre el que estaban todos los focos, y sólo un resbalón de Terry, en pleno aguacero moscovita, impidió que la final dejara marcado al portugués. La desgracia fue para Anelka, que intenta remontar su carrera tutelado por Roman Abramovich, que en su feudo se quedó a un centímetro de ver el primer gran título europeo del club londinense. Para el United ya son tres, y el de anoche, al igual que el conquistado en el Camp Nou en 1999, logrado al límite de sus fuerzas, en el último suspiro.
El partido, tan volcánico a partir del descanso, arrancó trabado hasta que un brochazo de Scholes le cambio el aire. El fútbol no siempre requiere fuego y arabescos. En este juego la sencillez es un don. Y Scholes, un maravilloso futbolista que vive de puntillas en una profesión tan "hollywoodiense", tiene un talento natural que le permite descorchar los partidos sin estridencias. Así ocurrió mediado el primer acto. El encuentro era puro barbecho, pero al silencioso centrocampista del United le dio un arrebato de sensatez y se alió con Brown para ejecutar la primera pared de la noche. Una suerte que el vertiginoso y metalúrgico fútbol de hoy parece empeñado en desterrar. Con un toque, Scholes agrietó la defensa del Chelsea, centró Brown y Cristiano Ronaldo superó a Cech con un preciso remate de cabeza. En ventaja, el United domesticó a su rival, tan irritado en el primer tiempo que se olvidó del juego. Recuperó la memoria tras un afortunado gol de Lampard, a segundos del descanso, tras un doble rebote y un resbalón de Van der Sar. Un tanto que revitalizó el choque de forma extraordinaria en el segundo tramo, convertido en un asalto de ida y vuelta, con dos equipos vigorizantes. Elevados los decibelios el partido exigió lo mejor de cada uno, y la mayoría respondió. Hasta entonces, sólo habían cotizado Scholes y Cristiano Ronaldo.
No hay mejor veta actual en el planeta fútbol que la de Cristiano Ronaldo. Ya no es sólo aquel extremo potente, veloz y algo titiritero que importó el Manchester del Sporting de Lisboa. Ahora, a sus 23 años, tras cinco años en la academia de Alex Ferguson -que ya tiene 30 títulos con el United- y Carlos Queiroz, mantiene sus cualidades de juvenil, pero ahora tiene pausa y se ha iluminado ante el gol. Resulta impagable un extremo que anota 31 en la Premier y ocho en 11 partidos de "Champions". Su repertorio es infinito: hace diana con la pierna derecha, con la izquierda, de cabeza, de falta… Y no sólo remata, también es servicial. Para asentarse en el olimpo, a Ronaldo le faltaba examinarse en un gran escaparate. A los grandes se les espera en las finales y en la de ayer, su primera, dejó huellas, pese a su tiritona en la rueda de los penaltis, situación en la que tantos legendarios se han estrellado (Zico, Platini, Baggio...).
Inexperto en las grandes citas y extraviado por el rango de la de Moscú, la carambola que aprovechó Lampard templó al Chelsea, al que el diván del descanso le sentó de maravilla. Para el grupo de Grant, el envite comenzó en el segundo tiempo. El Chelsea, con mayor depósito, se exprimió, y el United se desfondó, dio los mismos síntomas de asfixia del final de curso en la Premier, torneo en el que se impuso por un dedo en la última jornada tras haber dominado con autoridad toda la temporada. Lampard y Ballack tomaron el mando, emergió Joe Cole y Essien se despreocupó de Cristiano Ronaldo y remó como una manada por la orilla derecha. Al Chelsea, tan premiado en el tanto del empate, la ruleta se le volvió en contra. En pleno arrebato "blue", Drogba dio señales con un magnífico remate al poste. La misma frustración que sufrió Lampard ya en la prórroga.
En el tercer tiempo el choque no perdió un ápice de emotividad. No son pocos los equipos que sufren un ataque de pánico ante un posible gol en contra que resulte irremediable, pactan con la mirada un armisticio y se citan en los penaltis. Por suerte, por mucha mutación que haya tenido, en el fútbol inglés aún prevalecen cuestiones innegociables. Una de ellas es especular de forma remolona, da igual las circunstancias. Para el último combate, Ferguson dio carrete a Giggs, uno de sus pretorianos, y éste pudo sellar su fabulosa carrera con un gol de diamantes, pero Terry desvió con la frente su disparo cuando nadie cobijaba ya su portería.
En el tramo final se disparó el voltaje, con los dos equipos tan desgastados que hubo un instante en el que hasta seis jugadores padecían calambres a la vez. Hasta Lampard y Hargreaves se socorrieron mutuamente. No todo fue concordia. Drogba soltó una bofetada a Vidic y el Chelsea tuvo que resistir con diez. El duelo colectivo dio paso a los retos individuales. Falló Anelka, acertó Van der Sar. Gloria al United 50 años después de la tragedia de Múnich y al rutilante fútbol inglés.
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Etiquetas: deportes
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